Come como piensas. Pautas para un consumo responsable

Este mes se celebra una efeméride de gran relevancia para la familia de SOM ALIMENTACIÓ. Hasta hace muy poco pasaba desapercibida pero, gracias a determinados cambios que se están produciendo en la sociedad, está tomando la relevancia que se merece. 

El 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, fecha en la que se fundó hace 75 años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El objetivo principal era acabar con el hambre en el mundo, concienciando sobre el problema alimentario mundial y fomentando la solidaridad. En 2020 el lema escogido ha sido: Cultivar, nutrir, preservar. Juntos.

Desde la comodidad de nuestro mundo “occidental”, el concepto alimentación nos referencia a ideas muy diversas, desde salud hasta gastronomía. Pero detrás hay aspectos que debemos tener muy en cuenta como pobreza, hambruna, trabajo infantil, mundo rural, cambio climático, bienestar animal o sostenibilidad. Y lo más importante, FUTURO.

Es necesario llamar la atención sobre lo que significa ALIMENTACIÓN y, especialmente, sobre las consecuencias que tiene local y globalmente el modo en el que cada uno decidamos alimentarnos. SOM ALIMENTACIÓ con su entidad propia y con las personas que la forman, debemos ser conscientes y consecuentes con el reto que supone nuestra alimentación. 

En este sentido, lo primero que nos podemos plantear sería: ¿qué podemos hacer?

Las personas como consumidores tenemos un papel fundamental como parte de la cadena alimentaria. Se trata de superar el interés en la alimentación ligado únicamente a la comida o la salud, dirigiendo nuestras decisiones desde una perspectiva ética hacia la sostenibilidad de todo el sistema involucrado. El comportamiento global se desarrolla con los criterios de crecimiento continuo, con la apropiación de los recursos del planeta de forma absoluta, son “nuestros”. Es decir, el mar, la tierra, el aire, todos los bienes existen para que los utilicemos y “exprimamos” a nuestra conveniencia. Y, lo más grave, sin ser conscientes de que son recursos “finitos” y sin prever las consecuencias de este modo de actuar. El proceso de la producción de alimentos tiene gran incidencia en el medioambiente en general y, especialmente, en dos problemas realmente letales: el cambio climático y el plástico. 

El cambio climático, generalmente relacionado con el calentamiento global y la dependencia de los combustibles fósiles, está también muy influenciado por la alimentación. La producción de productos, el transporte de mercancías, el cambio de usos de la tierra, la deforestación para el cultivo, tanto de alimentos para personas como para dar de comer a la desmesurada y creciente demanda de carne y productos derivados de los animales. Todo ello tiene gran repercusión en el incremento de la temperatura del planeta. Respecto al plástico el panorama es igualmente desolador, pues una gran parte de la producción de plásticos de un solo uso se destinan a la alimentación. 

Frente a esta perspectiva y ante el pensamiento pesimista que en muchos casos se transmite con un tremendo peso negativo en la sociedad, es necesario llamar a la acción y ofrecer acciones y oportunidades de participación a la población. Hay que movilizar a personas con talento y muchas ganas de cambiar el futuro sobre el que todavía tenemos una gran influencia y aún está por venir.

El principal motor de cambio tiene que ser la información, la gente tiene que saber las consecuencias de sus actos y debe conocer opciones y herramientas que, en su vida cotidiana y en sus decisiones más sencillas, puedan tener un efecto positivo en la cadena alimentaria y, en consecuencia, en la salud del planeta. 

Aunque conocidos ya por muchas personas, aprovechamos para recordar algunas de las referencias “imprescindibles” que podemos implementar fácilmente:

Productos locales: ofrecen frescura, calidad y potencian el desarrollo de la economía de proximidad.

Productos estacionales: los productos de “fuera de temporada” generalmente son importados, lo que implica un transporte y la consecuente huella de carbono.

Dieta variada: además de ser más saludable, favorece la producción de una diversidad mayor de alimentos.

No al desperdicio: por ética y responsabilidad. El aprovechamiento de la comida es fácil y nos permite ahorrar y evitar producir más alimentos de forma innecesaria. Además, infórmate sobre cómo conservar los alimentos para evitar que se estropeen.

Cultiva alimentos en casa: si tienes espacio puedes producir algunas frutas, verduras o hierbas. Disfrutarás con ello y conocerás el interesante proceso de crecimiento.

Apoya a las cooperativas, empresas y minoristas del sector: exige conocer la trazabilidad de los productos para tener la seguridad de que son correctas, tanto ambientalmente como respecto a las condiciones de trabajo.

Sé activista: nuestras decisiones son la mayor fuerza de presión para transformar el sistema. Es necesario que cada vez más personas seamos partícipes de este cambio.

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